Hotel Rural Can Pujolet

Santa Agnès de Corona es un pueblo blanco del interior ibicenco apretado en un recodo de un camino comarcal. Ibiza también es esto: La quietud, un pueblo que duerme la siesta, las pequeñas iglesias encaladas con sus tres cruces salpicando los campos rojizos. Conduzco unos pocos kilómetros desde Santa Agnès y llego a Can Pujolet, algo así como llegar al paraíso. Es temprano y me instalo en la piscina. Desde allí el paisaje es espectacular. El sol dibuja sombras en los olivares y los frutales. Cantan cigarras, zumban abejas entre las lavandas, las madreselvas y las buganvillas. Lejano, entre dos sierras, veo el mar. Las tumbonas blancas todavía están vacías, los otros huéspedes (pocos, porque el agroturismo es pequeño) todavía no han salido de sus nidos. Este lugar es tan perfecto que hacer o dejar de hacer cualquier cosa resulta un placer. Quedarse o salir de la cama, leer bajo la sombrilla o nadar en la piscina, dormitar al sol o caminar hasta una cala perdida. La casa, blanca, decorada con mucho sabor, se encuentra en lo alto de una loma; las mejores habitaciones son las independientes, que cuentan con una terraza propia y salida directa al jardín. Sin lujos, sin estridencias, pero con muchísimo encanto, Can Pujolet es para volver a enamorarse perdidamente de Ibiza.